Escrito por Mariana Prandi, traductora y abogada.
Cuando tenemos documentos o contratos en otros idiomas o cuando queremos presentar lo que tenemos en castellano en entidades internacionales, surge la necesidad de que lleven traducción pública, pero no todo el mundo sabe qué tiene de especial una traducción pública y por qué no los puede traducir un amigo que sabe el otro idioma porque lo estudió en el secundario o su abuela le hablaba cuando era niño.
El traductor público es la persona que da fe de lo que dice un documento. Quien lee la traducción pública debe entender lo mismo que otra persona en la misma situación que habla el otro idioma. Por eso, a veces no basta con traducir las palabras del texto, sino que es necesario explicar o describir lo que significan algunas cosas, como un escudo nacional o un símbolo.
Lo mismo ocurre cuando aparece un sello o una firma, de la que no puede dar fe porque no es un escribano, y por eso encontramos muchas veces la frase «aparece una firma ilegible». También suelen verse frases en latín como «ut supra» o «ut infra» o frases típicas de los documentos jurídicos, raras en el lenguaje cotidiano.
El traductor público presta juramento antes de matricularse en los colegios de profesionales. De ahí que en inglés se lo llama «sworn translator» (“swear” significa jurar) y en francés «traducteur assermenté» («serment» significa juramento).
Los colegios de traductores legalizan las traducciones públicas para hacer saber que la persona que realizó la traducción no sólo estudió los idiomas y se recibió en la facultad, sino que también prestó juramento.
Además, el sello que acompaña las firmas en las traducciones públicas debe contener el nombre y el número de matrícula en la institución donde esté matriculado.
Para ser traductor público es necesario estudiar ambos idiomas, pero no es suficiente. También hay que saber sobre las instituciones jurídicas y las similitudes y diferencias que presentan en los países donde se hablan los dos idiomas, para entender lo que el documento original dice y para reflejar o explicarlo para que lo entienda quien lea la traducción.
Existen muchas palabras parecidas o falsos amigos, que traducidos por alguien que no sea idóneo, pueden otorgar o negar derechos incorrectamente. A veces los derechos pueden depender de una palabra, y es peligroso dejarlo al arbitrio de alguien que no entienda lo que está leyendo o que no sea neutral o veraz.
La carrera de traductor público tiene mucho en común con la abogacía. Muchas materias de la carrera incluyen derecho en el idioma extranjero y en el nacional. Hay muchos traductores públicos que estudian y ejercen ambas carreras.
En la Ciudad de Buenos Aires, el encargado de legalizar las traducciones públicas es el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires (CTPCBA). Se rige por la Ley 20.305, sancionada en 1973.
El día del traductor en Argentina se celebra el 1° de abril. Y el 30 de septiembre es el día mundial del traductor, en honor a San Jerónimo, traductor de la Biblia y patrón de los traductores.
Hay otras especialidades de traductores, que estudian distintas materias y se desempeñan en otros ámbitos.
Por ejemplo, el traductor literario traduce textos como libros, donde debe reflejar los distintos sentidos que puede tener el mensaje del autor, el tono en el que se expresa y hasta la sensación que puede sentir el lector del texto original.
El traductor técnico-científico es el profesional que, como su nombre lo indica, traduce textos relativos a la ciencia, que pueden ser de naturaleza muy variada.
Para terminar, cuando hablamos de traductor, nos referimos a la persona que lee un texto y lo traduce escribiendo en el otro idioma.
Quien escucha y expresa oralmente lo que entendió en el otro idioma es un intérprete. Los intérpretes pueden ser simultáneos o consecutivos, dependiendo de si el intérprete espera que el hablante haga una pausa o escucha y habla al mismo tiempo.
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