Artículo 24: Lenguajes secretos para protegerse, divertirse… y algo más

Por la traductora pública Mariana Prandi.

Los idiomas sirven para comunicar significados. Es necesario que las personas que los usen, sepan las reglas para poder entenderse.

En general cuantos más hablantes existan, mejor. Encontramos idiomas en vías de extinción que lamentablemente tienen un hablante solo, y cuando esa persona muera, se van a perder para siempre.

Sin embargo, existen también lenguajes cuya ventaja es lo opuesto, que nadie sepa sus reglas, salvo unos pocos selectos.

Hay ejemplos de lenguajes secretos en el ámbito familiar como los que pueden tener los hermanos mellizos cuando son chiquitos, que hablan entre ellos con exclusión de todos los demás, y las señas del juego del truco, de las que alguien más puede saber el significado, pero es preferible que nadie vea hacerlas. Las plataformas de mensajería también encriptan los mensajes para que nadie fuera de la conversación pueda verlos.

A veces es la música la que transmite señales, como un tema musical específico para saber cuándo ir a recibir a la quinceañera que va a entrar a su fiesta o huir en una feria ilegal cuando se sabe que la policía está por llegar.

Durante las guerras, una de las partes suele usar códigos para transmitir información a sus aliados sin que el enemigo la descubra.

En la historia, las damas antiguas posicionaban sus abanicos de distintas formas para dar señales de si un caballero se les podía acercar o no. Algunos esclavos enviaban mensajes con la manera de trenzarse el pelo.

En algunas culturas, se usa el pañuelo en la cabeza, o su ausencia, para indicar que la mujer es casada o no. Lo mismo con los tatuajes y la pertenencia a un grupo específico.

Como dato pintoresco, se puede mirar la estatua de un prócer en un caballo y conocer las circunstancias de su muerte de acuerdo al número de patas que el caballo tiene en el aire.

Pero hoy nos importa otro lenguaje secreto que se usa para simular capacidades paranormales. No es tan inusual como suena.

Sin discutir si existen personas con capacidades extrasensoriales o no, hay quienes fingen tener telepatía y usan un código común para engañar.

En los párrafos siguientes viene la explicación de un truco de magia que puede ser muy divertido presenciar sin saber el secreto, así que a toda persona que no quiera desilusionarse, nos despedimos ahora, antes de develar, como se dice en inglés «how the magician does his tricks«. O sea, con otra expresión en inglés…  Spoiler alert!!!

El truco consiste en que una persona con los ojos vendados y de espaldas, no vaya a ser que pueda hacer trampa y espiar, adivina algún objeto que su compañero recibe del público. O sea que no es necesario que se pongan de acuerdo para que el objeto sea el mismo. Pueden darle rienda suelta a la espontaneidad. También pueden adivinar el nombre propio o la profesión de personas al azar.

La dinámica supone una persona con los ojos sin tapar que tiene un objeto o un concepto secreto y dice transferir la imagen mental a la otra, que no puede verlo físicamente pero sí por telepatía, según sus dichos.

Alguno de ellos puede ser una chica linda con ropa llamativa, así el efecto de distracción es todavía más eficiente.

Mientras la imagen telepática va llegando al receptor, el emisor del mensaje va hablando con frases cortas para alentar a adivinar a su compañero. No porque hiciera falta, porque se supone que el compañero ve sin necesidad de los sentidos comunes. La teoría del signo lingüístico aplicada a las habilidades paranormales.

La clave es que esas frases sueltas, espontáneas y sin sentido no son tales; sólo hay que saber cómo filtrarlas para encontrarles significado en un lenguaje secreto. Como el discurso incluye palabras que pertenecen al habla común, los que lo escuchan pueden no descubrirlo nunca.

Lo que hay que hacer es fácil si uno tiene mucha experiencia y aprende a hacerlo lo suficientemente rápido como para que pase inadvertido al oído incauto.

El que sabe la respuesta empieza cada frase corta con una letra particular que, y eso no es casualidad, va formando junto con las otras en orden una palabra. Si es necesario, las enfatiza con el tono de voz.

Apenas «el adivino» la descubre, la dice. No es necesario deletrear la palabra completa.

Es como resolver un crucigrama con acróstico como la vieja y querida Claringrilla.

Sería ideal que el adivino tuviera un nombre con una letra difícil de aparecer en ese idioma, como W o Ñ, para poder incluirla con impunidad.

Un diálogo inventado de dos ilusionistas, donde uno de ellos pidió al público un objeto para improvisar, resultaría ser así:

«Mi compañera Wanda va a adivinar lo que tengo en mis manos.

Wanda, es un alimento delicioso, y los chicos de colegio lo compran para la merienda.

¡SIENTE mi energía!

AHORA vas a recibir la imagen que te mando.

¡NO te distraigas!

¡DECIME apenas lo sepas!

WANDA, ¿te llegó mi mensaje??

IMAGINA el alimento del que te hablo…»

¿Es necesario seguir para descubrir la imagen mental de un sandwich?

Es necesario que al menos el adivino tenga en su vocabulario el nombre del objeto a descubrir. En un programa televisivo de Argentina en los años ’90, un dúo de supuestos adivinos tenía que descubrir la palabra «obelisco» y la chica que tenía que percibir el mensaje dijo «obelo» en tono de pregunta porque iba recibiendo las letras de cada frase, pero no sabía que existía un edificio icónico en Buenos Aires con ese nombre.

A riesgo de desilusionar a más de uno, esperamos que hayan disfrutado de este artículo y que no caigan en manos de quienes se sirvan de códigos secretos para estafar. Los magos sí, pero por favor esperemos que no lean esto porque se pueden enojar…

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